La playa de
Dulcinea
8–Noche de
calor
Parece que
este verano viene con mucho calor. No hay manera de hacer algo sin sudar. Una y
otra vez hay que beber agua y buscar la manera de estar fresco en algún rincón
de la casa. Espero a última hora de la tarde para sacar de paseo a la perrita,
damos la vuelta de siempre y terminamos en el mirador de la playa, la
barandilla de las escaleras está adornada con globos blancos y plateados y en
la arena hay velas encendidas metidas dentro de bolsas de papel parafinado
distribuidas por media playa, en la que charlan y ríen un gran grupo de
personas, todas vestidas de blanco. Parece como si quisieran volver a celebrar
el comienzo del verano una semana más tarde.
Han soltado un globo con una vela dentro y
todos miramos como va subiendo hacia el cielo negro, a mi lado hay otras
personas que hacen fotos y miran la fiesta de la playa con curiosidad. El
chiringuito está abierto y casi todas sus mesas ocupadas. Dos niños, vestidos
de blanco, corren por la orilla hasta llegar cerca de la cueva en la que hay
algo que les asusta y vuelven a salir corriendo en dirección contraria. Desde
aquí no veo que es pero imagino que puede ser el chico que en invierno vive en
el coche y en verano duerme en la cueva. Un día os contaré su historia. Miramos
hacia el cielo buscando el globo con la vela que se va elevando lentamente,
noto el cuello tenso de tanto estirarlo para atrás hasta que, de repente, se apaga
el brillo de la luz y se confunde con la noche. En la playa la gente habla,
cena y ríe mientras los niños siguen corriendo con los pies en el agua y un
perro vagabundo olisquea entre las bolsas buscando algo para comer.
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