viernes, 25 de julio de 2014

La playa de Dulcinea 33 –Un ligon de playa

La playa de Dulcinea
33 –Un chulo de playa

Hoy no hace tanto calor gracias a que sopla una brisa continua y fresca. El mar está en calma y el agua tiene una transparencia cristalina y un brillo mágico que invita a nadar nada más llegar y colocar la toalla sobre la arena.
En la orilla, paseando de un lado a otro, hay un hombre que hace ejercicios con los brazos y las piernas, muestra sin recato todos sus músculos mientras se cubre con un “farda-huevos” que le tapa escasamente sus genitales y la parte inferior del culo. El color verde de este bañador acentúa un bronceado exagerado. Cuando no hace posturitas se echa el pelo hacia atrás con la mano y se repasa las cejas, luego enciende un cigarro y se sienta sobre las rocas, encima de una toalla doblada minuciosamente varias veces; expulsa el humo como un artista de cine antiguo y sonríe, mientras guiña un ojo, a todas las chicas que se acercan hacia él para ir a nadar. El agua huele a mar. Varias chicas se acercan y le piden fuego, otras le hacen preguntas y alguna le desprecia olímpicamente. Después de tontear un rato con unas y otras, enseñando una sonrisa poco cuidada, se mete en el mar dando saltitos de ciervo para sumergirse de  cabeza en dos palmos de agua, si hubiese sido un ciervo de verdad se habría dejado los cuernos. Cuando sale a la superficie nada hacia el horizonte dando golpes con las manos abiertas, como si llevara aletas en las manos y un motor en los pies que levanta grandes cantidades de agua con cada patada. Me sorprendo mirándole. Tiene una forma extraña de nadar. Cuando sale del agua el bañador de color verde loro parece haber encogido; sale del agua despacio, echándose  el pelo hacia atrás y peinándose las cejas, luego se sacude casi como un perro y empieza a regalar sonrisas a diestro y siniestro. El nuevo camarero del bar, y a la vez ayudante del chico de las hamacas, no le quita el ojo de encima y se abanica con un abanico de color lila con lunares rosas, mientras espera junto a la barra del chiringuito que algún cliente le pida algo. Seguramente está soñando que el guapetón de la orilla vaya a pedirle algo al bar. Mirando como mira a las chicas no creo que el nuevo camarero tenga ninguna posibilidad de tener una cita con el morenazo del bañador verde. Cuando se da cuenta de que el camarero le mira, casi babeando, hace un gesto de asco, coge la toalla y se va hacia la cueva en la que está Paúl está, con su pie vendado sobre la colchoneta, lijando un trozo de madera que seguramente el mar trajo hasta la playa un día de tormenta.
El camarero nuevo hace un mohín triste al ver irse al hombre del bañador verde y agita con rabia el abanico mientras echa la cabeza hacia atrás y entrecierra los ojos, suspirando,  justo en el momento en el que un cliente le pide una de pollo.


Dedicado a todos los que les gusta que les roben una sonrisa de vez en cuando. Gracias por leerme. Un saludo. Amaya Puente de Muñozguren. Todos los derechos reservados. Si te gusta, compártelo con tus amigos.

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