lunes, 7 de julio de 2014

La playa de Dulcinea 17 –Un caballo en la playa

La playa de Dulcinea
17 –Un caballo en la playa
La playa pequeña, mi playa, se ha quedado casi vacía; todo el mundo va hacia la cala grande en la que se ve galopar y trotar por la orilla a un hermoso animal, dorado como el sol y bello como un sueño. Como una autómata voy detrás de la gente caminando por la orilla sin darme cuenta de que lo hago. En mi cabeza dan vueltas las palabras que traía dentro la botella y que he leído hace unas horas una y otra vez. Se me han quedado grabadas en la memoria.
Hay un gran revuelo en la playa, los niños saltan delante de las cámaras apostadas en varios lugares distintos, preguntan al grupo de producción y se cuelan en la zona acotada. El director de la filmación da órdenes a unos y a otros mientras se abanica con un abanico azul. Suda a mares y su traje color arena se le pega al cuerpo por todas partes. Repiten hasta la saciedad la escena, una simple escena de un caballo cabalgando por la orilla con una bella amazona sobre él, vestida con un vestido de gasa blanco y una pamela a juego. Espectacular. Para mi todas las tomas son iguales, para el director no. Una nube que tapa el sol hace que se pare el rodaje durante unos minutos en los que aprovechan para limpiar las lentes de las cámaras, beber agua y refrescarse la cabeza.
Los curiosos empiezan a estar aburridos de ver una y otra vez lo mismo y vuelven hacia el fondo de la playa, a la calita de la cueva en la que solo queda la colchoneta rosa del vagabundo que esconde en la cueva y unos ancianos a los que no les merece la pena el paseo para ver algo que se pueden imaginar perfectamente en cuanto se lo cuenten los que vuelven. Muchos vecinos lo han grabado con el móvil y se vuelven hacia la playa viendo la calidad de las imágenes que han tomado. El mar está espectacular; tranquilo y transparente mientras del puerto salen los barcos que van hacia Barcelona y Valencia, como cada día, a la misma hora.
Ha empezado a soplar el Embat con su brisa marina fresca y agradable. Hace calor pero no lo noto tanto como en otras ocasiones. La playa vuelve a su ritmo habitual, el relevo se sucede como cada día. Se van los que vinieron muy temprano dejando hueco a los que disfrutan del sol fuerte, ese que cada vez me gusta menos y nos daña más.
Me cruzo con el vagabundo que baja las escaleras cuando yo las subo, parece un turista más, bronceado, vestido solo con bañador y su eterna mochila al hombro a la que va atada la manta raída, la deja sobre la colchoneta de plástico rosa que ha debido encontrar olvidada en la playa o arrastrada hasta la orilla el día del temporal y se sumerge dando saltos, en el mar.

P.D. Dedicado a todos los sueñan, leen y disfrutan de las pequeñas cosas de cada día. Gracias por leerme. Un saludo. Amaya Puente de Muñozguren. Todos los derechos reservados.

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