domingo, 20 de julio de 2014

La playa de Dulcinea 29 –Un ejecutivo en la playa

La playa de Dulcinea
29 –Un ejecutivo en la playa
Las noticias sobre la recuperación de Nicolás son cada vez mejores, tanto Lisa como yo nos hemos acostumbrado a llamar a María del Fin para interesarnos por ellos y por el embarazo que ya está a pocas semanas de terminar. Este calor no ayuda a la embarazada que ha optado por quedarse en la sala de espera de la unidad de cuidados intensivos, haciendo ropa para su bebe, leyendo y escribiendo; ahora somos su nueva familia y raro es el día que no nos manda un par de fotos de su marido en la cama del hospital, aun rodeado de máquinas, y de su barriga que  tiene un tamaño considerable. Lisa y yo le contestamos desde la playa y le mandamos fotos refrescantes aunque seguro que ella tiene mejor temperatura que la que hay aquí. No nos podemos quejar ¡Es verano!  Un verano de mucho calor y bochorno. Lisa no para de trabajar mientras yo paseo y tomo el sol o voy nadando hasta la zona en la que el mar se vuelve oscuro y azul. Vuelvo nadando hacia la orilla, despacio, disfrutando de la vista de la playa desde el mar, me siento como un pequeño barco o como un gran pez que observa el mundo frente a él.
Por las escaleras del chiringuito baja un hombre vestido con traje y corbata, habla con Lisa y pone una silla, que  aparta de una de las mesas, junto a la puerta del bar, en la que cuelga un antiguo flotador de barco y el menú del día en letras grandes; se desviste, sentado, poco a poco; va dejando los calcetines negros dentro de los zapatos, la camisa y la americana colgadas en el respaldo de la silla y la corbata enrollada dentro de uno de los bolsillos de la chaqueta, en el otro bolsillo mete las gafas de sol y unas llaves. Lleva un bañador azul claro con finas rayas blancas, verticales,  que parece un calzoncillo. Se acerca al mar y, con precaución introduce un pie dentro del mar, luego el otro y echa a correr hasta que el agua le llega a las zonas sensibles y se sumerge de cabeza para salir cinco metros más acá. Casi nos damos de frente, tiene unos preciosos ojos claros que le brillan entre las pestañas llenas de gotas de agua, está bronceado y sonríe como un niño en el parque. Cuando salgo  del agua Lisa me hace un gesto con la cabeza como queriendo decir “que guapo es y qué bien está”. Sonrío. No le falta razón, sigue con la manía de buscar novio a todas las vecinas que venimos a la playa.
Hago un esfuerzo, no creo que desestabilice mucho mi maltrecha economía, y bebo una caña en compañía de Lisa; me pone al corriente de las nuevas noticias del estado de Nicolás y de María del Fin, son las mismas noticias y fotos que yo tengo, hago como que no lo sé y dejo que me cuente su versión con todo lujo de detalles. En cuatro minutos ha terminado y me hace un gesto para que mire hacia el mar mientras ella vuelve a servir bebidas en las mesas y toma nota de lo que van a tomar sus clientes.
El ejecutivo sale del mar y se ducha mientras las madres con niños, que esperan a que baje el ascensor, le miran sin disimulo; se seca con una toalla azul y vuelve hacia el chiringuito andando de talones para evitar que se le llenen los pies de arena. Me mira, sonríe y se sienta en la silla en la que tiene la ropa colgada, se seca los pies con la toalla y se pone los calcetines y los zapatos, luego rodea su cintura con la toalla y se quita el bañador, del bolsillo interior de la americana saca algo parecido a un pañuelo que resulta ser un slip y se lo pone con cierta dificultad sentado en la silla. Cuando termina de vestirse, pide una cerveza y una ensalada y la saborea mientras me mira y vuelve a sonreír. Que dientes más bonitos tiene. Me voy antes de verme sometida a una tercera sonrisa que quizás me desmonte del todo. Lisa me hace señas para que me quede sentada en donde estoy pero no le hago caso y le digo adiós con la mano. Con sorpresa veo como el ejecutivo, que se peina con una mano, me dice adiós con la otra. Menos mal que no me pueden ver, totalmente ruborizada, mientras subo la escalera.


P.D. Dedicado a todos los que son capaces de sentir acelerarse el corazón. Gracias por leerme. Un saludo. Amaya Puente de Muñozguren. Todos los derechos reservados. Si os gusta, compartirlo con los amigos.  

No hay comentarios:

Publicar un comentario