viernes, 4 de julio de 2014

La playa de Dulcinea 14- Tormenta nocturna.

La playa de Dulcinea
14- Tormenta nocturna.
Algo le pasaba al mar esta noche, estaba agitado y protestando; golpeando olas contra las rocas. En la gran playa se han visto chicos y chicas saltando las olas con sus tablas, haciendo equilibrios sobre ellas y cayendo de forma estrepitosa, ganados por el mar, una y otra vez, hasta bien entrada la noche, cuando las olas, las rocas y la arena tienen el mismo peligroso color, menos las crestas que espumean en la penumbra dando un aspecto de velo fantasmal a todas las crestas azotadas y despeinadas por el viento. Parece una noche de otoño. El aire se enfría y revuelve con rabia levantando a su paso remolinos de hojas agostadas y arena.
Hoy no es día de playa, como mucho es para ir a pasear o a ver la playa pero no está el mar para baños, con toda su furia a arrancado algas del fondo y las ha arrastrado a la orilla en donde esperan pacientes ser recogidas por el hombre de pelo blanco en sus grandes bolsas de plástico para convertirse, seguramente, en abono de  algún terreno no muy lejano. El camarero del bar, que a la vez cuida la limpieza de la playa y el alquiler de las hamacas, está dudando en si rastrillar ahora la playa o dejarlo para el día siguiente. Teme los enfados de este mar tan tranquilo que cuando se cabrea asombra a todo el mundo por su fiereza.
Bajo a la playa dejando que la perrita corra por la orilla como una loca saltando detrás de las gaviotas que se acercan a picotear algo entre las algas. Le digo, muy seria, que no se le ocurra hacer pipí en la playa; lo demás ya lo ha hecho en el mismo alcorque de cada día, lo he recogido y tirado a la papelera, como siempre. Me mira, parece entenderme y sale disparada a por una gaviota que grita, como un niño pequeño, al levantar el vuelo. Mientras tanto yo paseo por la orilla disfrutando del olor a algas y de la tranquilidad que hay en la playa. Llegando a las rocas, que hay una vez pasada la zona en la que está el chiringuito, veo una botella flotando en el agua a poca distancia de la orilla. Algún niño  ha perdido su pala de plástico para hacer castillos y agujeros y ahora la utilizo para acercar la botella a la orilla. La perrita corre a mí alrededor y ladra contenta, luego sale disparada hacia otra gaviota, escarba en la arena hasta hacer un agujero más grande que ella y vuelve a salir disparada hacia la orilla. Al final se ha mojado entera pero la temperatura es buena en las zonas en las que no sopla el aire. Dejo la botella sobre una roca en la zona de playa salvaje, muy cerca de las dos barcas que duermen boca abajo. La vuelvo a coger y la miro. Dentro hay un papel y el tapón está tan metido que solo la voy a poder abrir rompiéndola, pero me preocupa que algún cristal perdido pueda cortar a alguien. Con mucha inquietud vuelvo a dejar la botella sobre las rocas, medio escondida en la zona en la que siempre hay menos gente, con la esperanza de que al día siguiente, cuando baje de nuevo a la playa, pueda descubrir cuál es el mensaje secreto que lleva en su interior. 


P.D Dedicado a todos los que les gustan los misterios, acertijos e historias de miedo. Amaya Puente de Muñozguren. Todos los derechos reservados. Gracias por leerme. 

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