La playa de
Dulcinea
37 –Una llamada con
dos sorpresas dobles.
El mar hoy está
fresco y trasparente, los niños que hay en la playa se han reunido en las
escaleras, en donde, Jaime, el del camión de los helados, les ha dado un helado
a punto de derretirse a cada uno y están disfrutando de comérselo. Hago un
exceso y me siento a desayunar con Lisa, sus hijos y los camareros nuevos. Solo
hay dos mesas ocupadas y ya tienen los desayunos servidos. Tomamos café y
tostadas mientras el camarero nuevo, Too-lo, nos cuenta sus aventuras en el
nuevo trabajo que tiene los fines de semana; según dice es un local muy
elegante al que van grupos de amigas y amigos, despedidas de solteros y
celebraciones de adultos. Es un local con encanto, de esos que tienen
espectáculo después de la cena y en el que todos los camareros se transforman,
cantan y bailan. Too-lo, canta su trozo de canción mientras baila agarrado a
las barras que sujetan el cañizo que nos separa del sol y del cielo. Lo hace de
maravilla, reímos y aplaudimos, y él, como una gran diva, hace reverencias y
nos manda besos desde su escenario imaginario.
Hay un momento en
el que, Too-lo, tiene el sol detrás de su cabeza y resplandece como un santo
mientras canta una habanera mirando al mar con sus preciosos ojos verdes. Un
cucurucho de helado hace de improvisado micrófono. Nos tiene encantados, tanto
es así que hay personas que se han ido acercando al chiringuito para escucharle
y ni nos hemos dado cuenta. Su voz es de terciopelo y sal. Cuando termina de
cantar se oyen aplausos por toda la playa y él se ruboriza como un colegial,
coge su abanico de color lila con lunares
rosas y se abanica nervioso, asomando los ojos por encima, de vez en cuando.
Suena mi móvil. Es
María del Fin, su voz resplandece. Me cuenta, nos cuenta, a Lisa y a mí, que ya
ha parido y que su marido salió de la unidad de cuidados intensivos hace dos
días, por suerte ha podido estar con ella -en una silla de ruedas- viendo el
nacimiento de sus dos hijas. ¿Dos hijas? Nos sorprendemos tanto con la noticia
que gritamos y reímos, Lisa y yo, como niñas. Nos cuenta que las niñas ya
tienen nombre, se van a llamar Lisa y Dulcinea. No podemos contener las
lágrimas de felicidad. Una auténtica desconocida nos acaba de hacer madrinas de
dos muñequitas que acaban de llegar al mundo justo a la hora en la que yo me
daba el mejor baño de la mañana. El sol hoy luce con más brillo y tengo una
obligación que me encanta en esta vida, he de ir a conocer a mi ahijada. La
pequeña Dulcinea me espera en una habitación del hospital. La playa hoy es más
bonita que de costumbre.
Dedicado a todos a los
que la vida les ha dado una sorpresa agradable en algún momento. Muchas gracias
por leerme. Un saludo. Amaya Puente de Muñozguren. Todos los derechos
reservados. Si os gusta, compartirlo con los amigos. Gracias
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