domingo, 13 de julio de 2014

La playa de Dulcinea 23 –La curva del autobús

La playa de Dulcinea
23 –La curva del autobús
Estoy esperando en el semáforo. Tengo el pelo mojado y el sol me da en la espalda. Empieza una mañana que promete ser calurosa; dejo atrás el mar azul y brillante cubierto por un cielo vacío de nubes. De la escuela de vela salen grupos de veleros que se disponen a hacer prácticas y pequeñas regatas. El autobús toma la gran curva como un loco, da la impresión de que se va a tumbar en cualquier momento volcando con todos los pasajeros dentro.  Acaba de aparcar un coche junto al paso de cebra en el que estoy parada, de el sale una niña con un perrito blanco en brazos, la madre le dice que le ponga la correa y coja su flotador. Supongo que van a nadar a las rocas, porque es el único sitio en el que pueden estar con un perro, por muy pequeño que sea. La niña deja el perro en la acera mientras saca la correa de su mochila rosa, en ese momento el perrito echa a correr hacia la carretera justo en el momento en el que un gran autobús articulado coge la curva, para mi gusto, a demasiada velocidad. Se juntan los gritos de la madre y la hija con el frenazo del vehículo que no puede evitar convertir al animalito blanco en una bola de pelo grisáceo que rueda hasta el otro lado de la calle y queda tendido en la cuneta junto a una rejilla de desagüe. El autobús sigue su camino sin darle importancia al animal que no se mueve. Hija y madre cruzan la calle a todo correr, yo voy detrás. El perro tiene la lengua fuera y gime cuando la pequeña le coge en brazos y le llama repetidamente. Tula, tula, tula. Tulita. El animal gime casi sin fuerzas. Las dos están desorientadas; madre e hija se miran sin saber qué hacer. Me acerco y les digo en dónde está el veterinario del barrio, no está lejos, nada más terminar la gran curva. El veterinario no es muy simpático con los humanos pero trata muy bien a los animales. Se van dándome las gracias mientras el perrito parece recuperarse y lame la mano de su dueña. Poco después se cruzan con Paul que viene por la acera apoyándose en una muleta. Lleva un vendaje nuevo y limpio pero sigue con el turbante que se hizo con mi pareo en la cabeza. Sonrío al verle, le saludo con la mano, respondiendo al saludo que él me hace y subo la calle que sale a mitad de la curva. En menos de una hora tengo que estar en mi puesto de trabajo. Hace mucho calor.


Os deseo a todos un feliz día. Muchas gracias por leerme. Un saludo.Amaya Puente de Muñozguren. Todos los derechos reservados.  

No hay comentarios:

Publicar un comentario