La
playa de Dulcinea
23 –La
curva del autobús
Estoy
esperando en el semáforo. Tengo el pelo mojado y el sol me da en la espalda.
Empieza una mañana que promete ser calurosa; dejo atrás el mar azul y brillante
cubierto por un cielo vacío de nubes. De la escuela de vela salen grupos de
veleros que se disponen a hacer prácticas y pequeñas regatas. El autobús toma
la gran curva como un loco, da la impresión de que se va a tumbar en cualquier
momento volcando con todos los pasajeros dentro. Acaba de aparcar un coche junto al paso de
cebra en el que estoy parada, de el sale una niña con un perrito blanco en
brazos, la madre le dice que le ponga la correa y coja su flotador. Supongo que
van a nadar a las rocas, porque es el único sitio en el que pueden estar con un
perro, por muy pequeño que sea. La niña deja el perro en la acera mientras saca
la correa de su mochila rosa, en ese momento el perrito echa a correr hacia la
carretera justo en el momento en el que un gran autobús articulado coge la
curva, para mi gusto, a demasiada velocidad. Se juntan los gritos de la madre y
la hija con el frenazo del vehículo que no puede evitar convertir al animalito
blanco en una bola de pelo grisáceo que rueda hasta el otro lado de la calle y
queda tendido en la cuneta junto a una rejilla de desagüe. El autobús sigue su
camino sin darle importancia al animal que no se mueve. Hija y madre cruzan la
calle a todo correr, yo voy detrás. El perro tiene la lengua fuera y gime
cuando la pequeña le coge en brazos y le llama repetidamente. Tula, tula, tula.
Tulita. El animal gime casi sin fuerzas. Las dos están desorientadas; madre e
hija se miran sin saber qué hacer. Me acerco y les digo en dónde está el
veterinario del barrio, no está lejos, nada más terminar la gran curva. El
veterinario no es muy simpático con los humanos pero trata muy bien a los
animales. Se van dándome las gracias mientras el perrito parece recuperarse y
lame la mano de su dueña. Poco después se cruzan con Paul que viene por la
acera apoyándose en una muleta. Lleva un vendaje nuevo y limpio pero sigue con
el turbante que se hizo con mi pareo en la cabeza. Sonrío al verle, le saludo
con la mano, respondiendo al saludo que él me hace y subo la calle que sale a
mitad de la curva. En menos de una hora tengo que estar en mi puesto de
trabajo. Hace mucho calor.
Os
deseo a todos un feliz día. Muchas gracias por leerme. Un saludo.Amaya Puente
de Muñozguren. Todos los derechos reservados.
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