La playa de
Dulcinea
54 –Una barca
llamada Soledad
La playa ha
amanecido gris y plata, la orilla está llena de algas y palos pulidos por el
mar; aún no han venido a limpiarla. Solo las gaviotas caminan por la arena
dejando sus huellas como un calidoscopio bajo el sol entreverado de nubes. El
mar reluce como plata vieja, su color ya no es azul. Noto el agua fría,
hoy no me apetece nadar, prefiero
caminar por la orilla y redescubrir esos trozos de playa por los que no paso
habitualmente. Llego hasta la cueva y dudo entre rodear las rocas sobre las que
se asientan los tres edificios de apartamentos o dar la vuelta y seguir por la
zona más fácil, al darme cuenta del calzado que llevo, unas chanclas, decido
dar media vuelta y caminar por la arena. El aire es fresco y me pongo el pareo
por encima de los hombros mientras flota tras de mi a cada paso asustando a las
gaviotas que me siguen pidiéndome algo para comer. La arena está dibujada con
la forma de sus patas aunque en una esquina, el chico de las hamacas, rompe ese
dibujo a arañazos de rastrillo dejando surcos en la arena como en una cabeza
recién peinada. Me gusta más el dibujo de patas de gaviota. Desde la orilla
saludo a Lisa que baja apurada por las escaleras que dan al chiringuito, lleva
colgadas dos cestas de mimbre de las que sobresalen trozos de verduras y
hortalizas. Atravieso la zona de rocas del chiringuito y llego a la playa
salvaje en la que duermen junto al mar media docena de chalets de lujo. Sus
dueños han olvidado en la orilla veleros y catamaranes de competición; bajo la
sombra de unas palmeras hay un hombre haciendo yoga mientras su perro duerme cerca.
Llego a las rocas del Gran Hotel, hoy no hay casi nadie en la terraza, el frío
y el viento les han empujado hacia la zona cálida del interior del edificio,
solo dos parejas se atreven a desayunar fuera, vestidos casi de invierno en
pleno verano. Camino con precaución sobre las rocas y la piscina del hotel, el
guarda me mira como si viniese a llevármela y observa mis pasos hasta que salgo
del recinto y entro en el paseo de cemento en el que los pescadores hacen elogios
de paciencia infinita para ver picar unos cuantos peces que les servirán de
alimento. Algún perro juega y olisquea a un compañero que ya no tiene ganas de
juegos y solo quiere dormir al medio sol que de vez en cuando aparece entre las
nubes. El sol hoy también es frio y gris. Me gusta andar por el paseo de
cemento, entre las rocas que dan al mar y los chalets que miran a la costa de enfrente
en la que se ve la gran playa, las montañas y los acantilados. Hay gente que pasea
a sus mascotas a estas horas tempranas mientras los pescadores recién llegados
ponen el cebo y lanzan la caña, adormilados, mientras lían un cigarrillo de
tabaco picado y quizás sueñen con sirenas y piratas.
Sin darme
cuenta he llegado al puerto deportivo,
ya veo el cartel que anuncia la escuela de vela que aún tiene todos sus
veleritos en el dique seco, junto al gran chalet de la esquina, el que mira al puerto deportivo, hay una zona
cubierta que protege un Llaut, es un barco antiguo, mediterráneo, pero en muy
buen estado; los soportes de madera que lo sujetan evitan que baje por la rampa
de cemento y troncos, hacia ese mar que parece esperarle desde hace años. Doy
la vuelta al barco, se llama Soledad. Fuera del agua parece muy grande, a su
alrededor hay montones de cabos, nasas y
aparatos para pescar de los que desconozco el nombre, una escalera de madera da
acceso a la embarcación, me asomo y veo las velas tendidas en la cubierta y el
tambucho abierto. Huele a mar y a aventuras sobre las olas. Me siento en las
rocas a observar cómo llegan los niños al club de vela y veo que la playa, que
sigue al otro lado, se va llenando de gente. Una pareja viene, de la mano,
besándose y riendo, hacia la barca que se llama Soledad, se suben en ella y dejo
de verles, tan solo escucho sus risas y jadeos apagados. Es hora de regresar.
Dedicado a
todos aquellos que alguna vez tuvieron un sueño…y lo cumplieron. Gracias por
leerme. Un saludo. Amaya Puente de Muñozguren. Todos los derechos reservados.
Si os ha gustado, compartirlo con la familia y amigos. Gracias.
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