viernes, 8 de agosto de 2014

La playa de Dulcinea 47 –Amor eterno. Un, te quiero, bajo la luna

La playa de Dulcinea
47 –Amor eterno.  Un, te quiero, bajo la luna

La noche está negra y llena de estrellas, es la dueña compartida de la playa. En el chiringuito de Lisa no queda ni una mesa libre, los camareros, la cocinera y el jefe de barra no paran de trabajar, mientras Lisa da órdenes a diestro y siniestro y lleva platos a las mesas. La luna, creciente, tiene un brillo blanquecino que dibuja un camino en el mar oscuro, salpicado de barcos fondeados.
En la playa hay varios grupos que hablan y ríen, sentados en círculo sobre las toallas, unos, y otros, cantando y dando palmas apoyados en la pared del chalet grande que da a la playa y al mirador – en el que cena una familia que ha alquilado la planta alta y ha puesto una bandera  de su provincia que ondea al poco aire de la noche-. En algún lugar hay un bebé que llora desesperadaménte.
Varios niños juegan y hacen castillos en la orilla, un par de parejas nadan y se besan en el agua y dos chicos buscan la pelota con la que jugaban a las palas y que, por suerte, han perdido en algún lugar. Al salir del agua me tropiezo con ella y la empujo bajo mi toalla, mañana la encontrarán, pero esta noche no. Vamos a tener la noche en paz. Una de las parejas ha salido del agua y se secan uno a otro entre risas, entreteniéndose en las zonas más íntimas, parece que creen que nadie ve sus juegos; luego sacan el móvil y empiezan a hacer fotos, él posa haciendo como que tiene la luna en sus manos y se la ofrece a ella, como foto puede ser que quede muy bonita, ella ríe bobalicona y le abraza mientras siguen haciendo fotos que me deslumbran. Se podían ir a jugar a otra parte. Parece que me han leído los pensamientos y se meten, corriendo y saltando olas inexistentes, en un mar que acaricia sus cuerpos desnudos que se buscan con pasión.
Too-lo ha venido a verme, dice que está preocupado porque en todo el día no ha visto a Paul; ha ido varias veces a la cueva y sigue vacía, está la colchoneta rosa pero no está ni la mochila ni las muletas. Es posible que haya ido a comprar material para hacer más collares porque en los últimos días ha vendido todo lo que ha hecho y, al paso que va, tardará en volver. El camarero parece tranquilizarse mientras agita, nervioso, el abanico de lunares. Dos minutos más tarde le llama Lisa, a gritos; hay una mesa que espera y la comanda ya está sobre la barra de la cocina en la que la suegra de Lisa suda a chorros y se pasa el trapo de cocina por la frente continuamente.
Del mar llegan risas, chapoteos y jadeos mientras el rumor de las olas, que provocan los barcos de línea al salir del puerto y pasar frente a la playa, chocan contra las rocas y levantan espuma que parece de color gris. La noche es tropical, hace calor y hay humedad. Las palmeras de la curva no mueven ni una rama y los paseantes de la noche caminan despacio para no sudar más. Nada calma este calor.

Dedicado a todos los que han pasado calor alguna vez y han soñado con una noche de lluvia. Muchas gracias por leerme. Un saludo. Amaya Puente de Muñozguren. Todos los derechos reservados. Si os gusta, compartirlo con los amigos. Gracias.


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