martes, 12 de agosto de 2014

La playa de Dulcinea 51 – Pasos de tango

La playa de Dulcinea
51 – Pasos de tango

Amenaza lluvia hace dos días pero no cae ni una gota, es más, se diría que hace más calor y que la sensación de humedad es mayor. La playa me atrae a cualquier hora del día o de la noche, siempre mis paseos terminan en  el mirador, desde el que observo una gran extensión de playa, los dos grandes hoteles, las torres de apartamentos que bloquean, en parte, la continuidad de la arena (se puede rodear por encima de las rocas y seguir hacia el otro lado de la playa).  
El faro corta la noche en círculos iguales y dibuja la silueta de dos barcos que hay fondeados cerca, escapando del temporal que parece que se avecina; las nubes negras siguen surcando el cielo pero la tan deseada tormenta no llega, solo hay calor, calor y humedad. Hoy el chiringuito de Lisa se ha vaciado de golpe, todos sus comensales, turistas y amigos, están en la arena, han mandado poner los altavoces del equipo de música colocados en dirección hacia la playa y están bailando un tango. Son catorce parejas, parecen estar borrachos por las voces que dan pero en cuanto suena la música se trasforman y se deslizan por  la arena como si fuera la madera pulida de un salón de baile; algunos les miran desde las rocas y el más mayor les da consejos mientras ejecuta los movimientos que quiere corregir. La luna, llena y  amarilla, les ilumina al igual que el faro, cuya luz les da en la cara a intervalos iguales. El mar se está encabritando y baten las olas contra las rocas de una forma más ruidosa. Varios curiosos han dejado de pasear para ver el espectáculo desde el mirador, como yo,  algunos se han sentado en las escaleras mientras fuman y hacen fotos del grupo que baila haciendo dibujos con los pies descalzos en la arena.
En la cueva vacía dormían dos perros abandonados que se han sobresaltado con la música, miran, sentados somnolientos en la entrada de la cueva como se mueven esos seres que parecen espectros en la noche, luego se rascan las pulgas, olfatean el cubo de basura del chiringuito, cogen algo que les lanza Too-lo y se van con ello en la boca a esconderse en la oscuridad de la cueva mientras la música sigue sonando; en todas las ventanas cercanas hay alguien asomado observando los pasos y giros de los bailarines en la arena. Los que se han quedado en el chiringuito siguen bebiendo y cantando la canción que sus compañeros bailan.
Cuando terminan de danzar, todos los espectadores aplauden y piden más, siendo complacidos. El cantante ha cogido un micro y desde las  rocas canta mientras todo el cuerpo de baile hace pasos, vueltas y contoneos al son de la música de fondo y la voz rota del cantante. Al terminar se aplauden unos a otros y lo celebran con un par de botellas más de licor. Suben las escaleras a trompicones y llaman, a silbidos, a los taxis que pasan, mientras Lisa cierra a toda prisa el chiringuito.
La noche, llena de nubes de tormenta, se queda en silencio, roto tan solo por el batir de las olas contra las rocas, la luz del faro y el resplandor dorado de la luna sobre el mar crispado.


Dedicado a todos  los que han deseado en una noche de calor que caiga un buen chaparrón que la refresque. Gracias por leerme. Un saludo. Amaya Puente de Muñozguren.  Todos los derechos reservados. Si os gusta, compartirlo con la familia y amigos. Gracias. 

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