La playa de
Dulcinea
51 – Pasos de
tango
Amenaza lluvia
hace dos días pero no cae ni una gota, es más, se diría que hace más calor y
que la sensación de humedad es mayor. La playa me atrae a cualquier hora del
día o de la noche, siempre mis paseos terminan en el mirador, desde el que observo una gran
extensión de playa, los dos grandes hoteles, las torres de apartamentos que
bloquean, en parte, la continuidad de la arena (se puede rodear por encima de
las rocas y seguir hacia el otro lado de la playa).
El faro corta
la noche en círculos iguales y dibuja la silueta de dos barcos que hay
fondeados cerca, escapando del temporal que parece que se avecina; las nubes
negras siguen surcando el cielo pero la tan deseada tormenta no llega, solo hay
calor, calor y humedad. Hoy el chiringuito de Lisa se ha vaciado de golpe,
todos sus comensales, turistas y amigos, están en la arena, han mandado poner
los altavoces del equipo de música colocados en dirección hacia la playa y
están bailando un tango. Son catorce parejas, parecen estar borrachos por las
voces que dan pero en cuanto suena la música se trasforman y se deslizan
por la arena como si fuera la madera
pulida de un salón de baile; algunos les miran desde las rocas y el más mayor
les da consejos mientras ejecuta los movimientos que quiere corregir. La luna,
llena y amarilla, les ilumina al igual que
el faro, cuya luz les da en la cara a intervalos iguales. El mar se está
encabritando y baten las olas contra las rocas de una forma más ruidosa. Varios
curiosos han dejado de pasear para ver el espectáculo desde el mirador, como
yo, algunos se han sentado en las
escaleras mientras fuman y hacen fotos del grupo que baila haciendo dibujos con
los pies descalzos en la arena.
En la cueva vacía
dormían dos perros abandonados que se han sobresaltado con la música, miran,
sentados somnolientos en la entrada de la cueva como se mueven esos seres que
parecen espectros en la noche, luego se rascan las pulgas, olfatean el cubo de
basura del chiringuito, cogen algo que les lanza Too-lo y se van con ello en la
boca a esconderse en la oscuridad de la cueva mientras la música sigue sonando;
en todas las ventanas cercanas hay alguien asomado observando los pasos y giros
de los bailarines en la arena. Los que se han quedado en el chiringuito siguen
bebiendo y cantando la canción que sus compañeros bailan.
Cuando
terminan de danzar, todos los espectadores aplauden y piden más, siendo
complacidos. El cantante ha cogido un micro y desde las rocas canta mientras todo el cuerpo de baile
hace pasos, vueltas y contoneos al son de la música de fondo y la voz rota del
cantante. Al terminar se aplauden unos a otros y lo celebran con un par de
botellas más de licor. Suben las escaleras a trompicones y llaman, a silbidos,
a los taxis que pasan, mientras Lisa cierra a toda prisa el chiringuito.
La noche,
llena de nubes de tormenta, se queda en silencio, roto tan solo por el batir de
las olas contra las rocas, la luz del faro y el resplandor dorado de la luna
sobre el mar crispado.
Dedicado a
todos los que han deseado en una noche
de calor que caiga un buen chaparrón que la refresque. Gracias por leerme. Un
saludo. Amaya Puente de Muñozguren.
Todos los derechos reservados. Si os gusta, compartirlo con la familia y
amigos. Gracias.
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