domingo, 11 de enero de 2015

Medio otoño y un invierno con Dulcinea 22- Compras de Navidad

Medio otoño y un invierno con Dulcinea
22- Compras de Navidad

-Marutxi, tengo que ir a hacer unas compras para la cena de Nochebuena y la comida de Navidad.
-Yo te acompaño.
-Estás estornudando, mejor si te quedas en casa; no quiero que te resfríes…
-Estoy bien, no me quiero quedar sola con estas fieras peludas.
-Pobrecitas, solo te cuidan. Si quieres venir conmigo tendrás que llevar paquete porque no quiero más humedades en el coche de mi madre, si no, no vienes.
-Vale, pónmelo. ¡Ah! No quiero llevar el andador, quiero mi silla de ruedas nueva, la que anda sola.
-Sí, abuela, sí. Solo tienes una silla de ruedas. Mientras te pones la bufanda voy a meterla en el coche.
Llegamos al centro comercial a una hora mala, como lo son todas en estos días anteriores a las fiestas. Todo está lleno. Marutxi no tiene inconveniente en ir atropellando a la gente con su silla –sonríe y pide perdón, con cara de no haber roto un plato en su vida-; tengo que frenarla y llamarle la atención para que no haga daño a nadie. Elegimos el pescado que ella quiere y la carne que a ella le apetece, porque si no, no lo comerá –ha dicho tan alto que todos los que esperan su turno nos miran sin disimulo-. En la zona de los turrones tenemos una discusión ya que ella quiere los turrones que ha comido toda la vida y yo le digo que con el azúcar tan alto no los puede tomar; le ofrezco turrones y polvorones sin azúcar y dice que me los coma yo mientras sale disparada con su silla por uno de los pasillos centrales, atropellando a la gente y gritando que la quieren matar de hambre. Algunas personas se acercan a ella y la calman mientras yo llego, sofocada y a la carrera, empujando el carro. Me miran con cara de pocos amigos, como diciendo: “Ya te vale con la flacucha esta que quiere matar de hambre a esta pobre e indefensa ancianita”.
-Vamos abuela. Toma el turrón que quieres y vámonos ya.
-De eso nada, falta el chocolate y las ensaimadas para la medianoche, una Nochebuena sin chocolate es como un mar sin agua.
-¡Abuela!..
-¡Con azúcar! Me llamo Marutxi, si me vuelves a llamar abuela acelero y no me ves el pelo en todo el día.
-Te llamo así cuando me enfadas…Marutxi.
Con dos tabletas de chocolate Valor sobre la falda y una gran sonrisa, Marutxi se dirige hacia la caja tocando el claxon y atropellando a todo el que no se aparta a tiempo. No hace caso cuando le pido que vaya más despacio y se cuela en una caja diciendo que se encuentra muy mal y que necesita su medicación urgentemente, esa medicación que su “cuidadora” se ha olvidado en casa. No sé en dónde esconderme. Me dejan pasar con el carro lleno, pago y salimos  del centro comercial, yo a la carrera detrás de la silla de ruedas de Marutxi y ella acelerando a fondo y riendo a carcajadas, abrazada a las tabletas de chocolate para fundir. Dejo el carro en mitad del pasillo y salgo al galope detrás de ella hasta que consigo darle alcance; no puedo ni respirar…
-¡Abuela!¡Para, ahora mismo!, o llamo a la policía.
-¿Qué pasa, hija?, ¿dónde has dejado el carro con la compra?
-¡Hoy no va a haber fiesta, ni carro ni comiditas ricas!, te vas a quedar en tu habitación castigada, por mala.
 Estoy tan agitada que pienso que me va a dar un infarto.
Desconecto la batería de la silla de ruedas y vuelvo sobre mis pasos para recoger el carro con la compra mientras ella empieza a gritar y a llorar. La gente la mira pero yo no le hago ni caso; tengo el corazón enloquecido y me falta el aire para respirar. Por suerte el coche está cerca, empujo los dos carros a la vez y en pocos minutos lo tengo todo colocado, incluida a mi abuela que hace pucheros y mira por la ventanilla mientras me dice lo mala que soy y lo mal que la trato. Quiere volver a su casa porque yo soy muy mala, tanto, tanto, que los Reyes Magos sólo me pueden traer carbón del de quemar.
Conduzco en silencio mientras intento controlar que no me salten las lágrimas. ¿De verdad soy tan mala?

P.D. Dedicado a todos los que han llegado, alguna vez, al límite y han podido soportarlo. Gracias por leerme. Obra registrada, todos los derechos reservados. Un saludo literario. Amaya Puente de Muñozguren




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