El conejo de Lara
Suena mi móvil en
el peor momento, justo en ese en el que no he terminado de subirme el pantalón,
está silbando la cafetera en la encimera y el despertador repite, por enésima
vez, la orden de levantarme con su musiquita alegre y bailona. No llego a
tiempo a pesar de lanzarme en plancha sobre la cama y dar un manotazo al
despertador, que sigue sonando. Ya han colgado. Era Lara, mi amiga de la
infancia, esa personita que se ha ido haciendo mujer a través de mis ojos de
verano en verano. Cada año una sorpresa. ¡Cómo crece esta chica!, decía mi
madre cada primer día de playa, (ella y su familia siempre estaban en la playa
desde mucho antes de que llegásemos los que veníamos de veraneo desde Madrid y
otras zonas de España), ¡que bonita es!, decía mi padre sin darse cuenta de que
tenia la boca abierta de asombro, y era verdad, de año en año aquella niña de
preciosos ojos azules y larga melena morena se presentaba ante nosotros como el milagro que hace el paso del tiempo
en un visto y no visto, como si desde el día que nos despedimos de el último
verano hasta ahora solo hubiese pasado una noche y no los nueve meses que
realmente habían pasado. Su sonrisa eclipsaba
al sol mediterráneo volviéndolo luna mientras la dulzura de su voz
enmudecía el mar, ingenua e infantil era la niña de todos, la princesita
primorosamente vestida, elegante en su sencillez y en los tonos pastel de sus
vestidos veraniegos a juego con el color de su piel bronceada o de sus ojos
inmensos y dulces.
Un año la conmoción
llegó a la playa militar, todos hablaban de lo mismo. ¡Lara tenía tetas!, si,
la dulce muñequita de años anteriores apuntaba maneras de ser una de las
jóvenes más hermosas del lugar. Ella lo sabía, o lo intuía en su cabecita de melena al viento mientras paseaba
orgullosa con los adornos que embellecían su torso, eso si, decorosamente
tapados con un bikini de florecitas diminutas en azul y amarillo.
Recordaba lo
cándidamente que le preguntó a su padre si le gustaban las florecitas de su
bikini acercándole tanto el pecho a la nariz que casi podía oír el latido de su
corazón, a su padre, por supuesto, casi se le caen las gafas, el periódico y,
por poco no se cae de la silla ante tan virginal visión. Años más tarde, cuando
los niños ya eran hombres, se reirían de ello en repetidas ocasiones.
De nuevo sonó el
teléfono pero esta vez si pudo contestar en condiciones.
-Hola Lara. Si, he
visto tu llamada. Pensaba llamarte en cuanto llegara a la oficina, me pillas
entre el desayuno y el despertar. Si, si, si….si, si, siiiii,si. Si.
José Luis bajó de
tres en tres los escalones que separaban su apartamento de soltero del piso de
sus padres y entró como una tromba encontrándoles desayunando tranquilamente
frente a las cristaleras que daban a la gran avenida que, a esas horas de la
mañana, iba bien cargada de tráfico. Su padre, con las gafas colgándole sobre
el caballete de la nariz le lanzó una mirada que era toda una llamada al orden.
-Lo siento padre,
¡pero es que viene Lara!
Solo con esa frase
se llenó la casa de verano, volvieron los olores de algas, el rumor del mar, la
sensación de caricia de la arena en los pies, aquél piso suntuoso y elegante
del barrio de Salamanca se traslado en un momento a la orilla del Mediterráneo
mejor de todos sus recuerdos.
Los padres, María
José y Luis, hacían planes de donde llevarla, a quien presentarla y que hacer
con aquella joven a la que querían como si fuera una hija sin atender a las
palabras de José Luis que los tuvo que dejar hablar hasta que se cansaron.
-
Lara
no va a venir al “club”, ni a jugar al bridge, ni al teatro ni a las carreras,
viene sólo a una entrevista de trabajo y se va, no quiere ni quedarse en casa.
¡Ah, no!, podían aceptar cualquier cosa pero que
Lara no se quedase con ellos unos días era algo impensable. Tendría que
convencerla sí ó sí. Contra todo pronóstico sus padres estaban totalmente de
acuerdo en eso. Que sorpresa.
El teléfono sonaba y sonaba sin que nadie
respondiera, en la casa tres pares de ojos le miraban taladrándole ya que a los
padres se había sumado la hermana que, al enterarse de la noticia, no había
dudado en unirse a la opinión de sus padres. Cosa que José Luis no recordaba
que hubiese pasado en los últimos diez años. Se había cortado la línea sin
conseguir hablar con ella. El café estaba frío, los ojos tristes. En la
comisura de los labios bailaba una sonrisa traída por una imagen del recuerdo:
Todos los niños de aquél entonces nadando en grupo, buceando, pescando peces
con bolsas de plástico desde las profundidades del mar, pillando a los pobres
peces por sorpresa. “Labor de equipo”, decían mientras los que estaban en el
muelle seguían tirando el pan de las sobras de la comida para atraer a los
peces que Lara y tres más pescarían con sus bolsas de plástico de El Corte
Inglés.
El café estaba frío y el día se había vuelto gris,
por un momento todos habían visto lucir el sol. Sonó el teléfono.
-¡Lara!, que en casa hay un motín, o vienes a pasar
unos días con nosotros o te secuestramos, tu veras. ¿Un conejo?, (Mamá, que
Lara trae un conejo). Si, vale, que puedes traer tu conejo, no hay problema. Te
voy a recoger al aeropuerto, si, vale, ¿a qué terminal llegas?, ¿a qué hora?,
si, ya, ya oigo.
Tres pares de ojos expectantes se colgaban de sus
palabras. En unas horas la volverían a ver. Se esforzaron en recordar el tiempo
que hacia que no la veían. El año pasado, no, que va. Ya hace, por lo menos,
dos años, ¿dos años?, no, tres. !Como pasa el tiempo!.
De repente los dos hombres se encontraron solos,
frente al gran ventanal mirando a lo lejos, recordando los buenos momento vividos
en compañía de aquella chiquilla espectacular. Viéndola crecer, madurar,
estallar en belleza e inteligencia como la más bella criatura jamás soñada.
Toda la familia la adoraba.
Las mujeres de la casa no tardaron en ponerse manos
a la obra dando órdenes a Jacinta de que hiciera la habitación de la hija ya
casada, que la aireara y la acondicionara para una invitada muy especial.
Ella,
Jacinta, también la recordaba con cariño, ¡que tiempos aquellos en los que
pasaba el verano cuidando a los niños de sus señores en las playas de Mallorca!.(Cabo
Pinar, Illetas ).! La señorita Lara!, se le llenaba la boca al pronunciar su
nombre. Ella también la quería.
¡Me cago en todos los conejos!, que difícil es
aparcar en esta mierda de aeropuerto, llevo media hora dando vueltas. Mira, lo
voy a dejar aquí y si me ponen una multa
pues que me la pongan. Estoy hasta los cojones, si, señora, si, no me mire con
esa cara, ya sé que estoy hablando solo, a veces hasta me contesto y discuto
conmigo mismo. Menuda cara de asco que tiene la tía. ¡Métase en sus asuntos,
bruja!. (Chico, relájate que estás sacando tus más bajos instintos, a ver si te
va a dar por comerte el conejo de Larita y la liamos). Joder, que bueno soy
haciendo chistes, casi tanto como el Arguiñano ese de la tele.
No creo que
se atrevan a ponerle una multa al coche de mi padre, pero si se la ponen le
diré que ha sido por una emergencia y no creo que se cabree mucho, siempre ha
querido a Lara como a una hija, es una pena que ella y yo no congeniemos como
pareja porque la verdad es que está un rato buena.
No la veo, mira que es grande este lugar. El mejor
sitio para quedar con alguien y no encontrarlo en una semana. Su vuelo ya ha
llegado y no la veo. Puto parking de mierda, si hubiese llegado a la hora.
Seguro que está de los nervios buscándome como loca. No la veo. Que mala
cobertura hay aquí y encima casi sin batería. ¡Manda huevos!. (Si fuera tía
solo me faltaría ir sin depilar. Ja, ja, ja, que chiste más bueno). Llama,
bonita, llama, que te estoy esperando con los brazos abiertos para conocer a tu
conejo. Ya me lo podías haber enseñado antes, ¿no?. Bueno, voy a dejar de
hablar solo porque me van a poner una camisa de fuerza de un momento a otro.
¿Qué le pasará a aquella churri del bar que me mira
y se ríe?, está para parar un tren, como diría mi padre. Guapa, pero guapa,
guapa. La pena es que tiene un maromo al lado, y yo no tengo tiempo, que
sino…Dónde estará Larita?, ya te vale con la niña y el conejo de la niña.
¿Me está saludando?, si, la churri del bar me está
saludando, se ha puesto de pie. Cuerpazo de mujer, eso es una delantera y no la
del Real Madrid. Ahora tengo que encontrar yo a este bombonazo, justo ahora que
no tengo tiempo. La madre que me parió. Y la cosa es que tiene algo de
familiar. Si, bueno, eso me gustaría a mí. Pedazo Jaca. La montaba hasta
Salamanca ida y vuelta sin bajar. Vamos José Luis, deja de mirarla y ponte a
buscar a la niñata del conejo o al conejo de la niñata. Ya no se ni lo que me
digo. Es que está de un bueno….¿y si paso de Larita?, que le den dos duros, me
enrollo con el pibón este y luego ya buscaremos excusas. No sé qué hago pero
cada dos minutos termino mirando hacia ella. Lleva algo en la mano. El tío que
estaba a su lado se ha ido, ¿está sola?, no puede ser.
Dos maletas, no, un bolso de mano, una maleta y un
transportín. ¿Un transportín?...No me jodas Pepeluis que Larita se nos ha
transformado en un pibonazo del quince. ¡La madre que me pario!.
-
¿Lara?,
¡Lara!, pedazo mujer estas hecha. Ven aquí a mis brazos que te vas a enterar. A
ver, ¿dónde está tu conejo?. Menudo bicho gracioso. Estás preciosa. ¿De que te
ríes?
-
Llevo
media hora viéndote dar vueltas, como cuando llegué no estabas y tenia hambre
paré a tomarme una cañita y un pinchito de tortilla de estos tan estupendos que
sólo se comen aquí. Pensé que te vería llegar y así ha sido, luego me ha dado
por reírme de tus vueltas hablando solo, hasta que, por fin, me has reconocido.
-
Reconocerte,
lo que se dice reconocerte, va a ser que no. Estás estupenda, la verdad es que
vestida no te reconozco. (Uf, ya me he puesto colorado. Empezamos bien). Ya me
entiendes, nos hemos pasado la vida en la playa en bañador y no te sé ver
así…no sé. Hecha un bellezón.
-
¿Porqué
no te relajas un poco?, vas muy acelerado. Cualquiera diría que no nos
conocemos. Anda tómate una cañita conmigo y cuéntame cosas.
-
Enséñame tu conejo para ver si se me pasan los
nervios.
-
¿Qué
conejo?
-
¿No
llevas ahí un conejo?
-
Ahí,
dónde. Llevo dos.
-
¿Dos
conejos?. Me va a dar algo. Chico, por favor, ponme una caña, no, una jarra,
no, un barril de cerveza para mi solito que este pibón me va a enseñar su
conejo.
-
Entonces,¿
cual quieres que te enseñe?
-
No
seas mala, mujer, que me estas poniendo enfermo.
-
Anda,
relájate, mira que conejito más precioso tengo, es negro y suave, lo ves. Toca,
toca.
-
¡Coño,
me ha mordido!
-
Pobrecito,
debe tener hambre. Está muy estresado del viaje. Me ha estado escupiendo
zanahorias todo el tiempo.
-
Que
bonito tu conejo, déjamelo coger.
-
Ten…!cuidadoooooooooooo!
-
Ale,
ya puedes ir a buscar mi conejo y como no lo cojas olvídate de dirigirme la
palabra en el resto de tu vida. ¿Entiendes?
-
Jo
tía, que carácter. ¡Ya lo decía tu madre que estabas más guapa con la boquita
cerrada!. Ahora te cojo el conejo. No te apures, soy un artista cogiendo
conejos.
-
Ya
estás tardando, mira, ¡que se va!. Chochin, ven bonito, ven con la amita.
-
Ya
te vale el puto nombre que le has puesto al conejo de los cojones, yo no le
llamo así ni de bromas. Como para que me vea uno de mis jefes, vamos…Bicho,
ven, bicho.
-
Le
vas a deprimir, pobrecito. Mira, vete por detrás de la columna y yo iré por
delante, a ver si le podemos coger. Aunque con esta falda…
-
No
te preocupes, justo por esa falda estas teniendo todos estos admiradores que
persiguen tu conejo por todo el aeropuerto, quizás si les enseñas un poco más
de delantera y les pides que te ayuden a cogerlo…. Te voy a echar una mano, ya
veras. Señores, por favor, a mi hermana se le ha escapado el conejo, el que se
lo coja está invitado a una cerveza con
nosotros. Gracias. (Puto conejo de mierda, en vez de Chochín le tenias que
haber llamado Putín).
-
Mira
que eres malo. Oye, que amables estos hombres, mira como se lanzan, yo diría
que hasta se están peleando por cogerlo..
-
Que
va, mujer. ¡Que cosas se te ocurren!....
-
Fíjate,
aquél gordo le está ofreciendo dinero al chaval que lo ha cogido
-
Que
va, deben ser amigos con alguna deuda pendiente…
-
Ven
con mami Chochin bonito, ven. Ay, mi Chochin, que sustos me pegas…. Muchas gracias
caballero. Lo prometido es deuda. ¿Nos tomamos una caña?. Anda, “hermanito”,
tómate algo con este orondo señor que yo tengo que ir un momento a arreglarme
el maquillaje. Os dejo a mi “Chochin”, bien encerrado, espero que no lo volváis
a abrir, eh, chicos?...!Gracias!.
-
Menuda
hermana más preciosa tiene
-
Si,
si no fuera porque es monja….
-
¿monja?
-
Si,
monja. Es el último viaje que hace a casa antes de irse a Burkina Fasso a las
misiones
-
¿Va
a estar mucho tiempo?
-
Pues
no sé, unos cinco años, creo…o algo más, si le gusta. Creo que allí es un buen
lugar para criar conejos…
-
¿Cinco
años?, ¿criar conejos?...Uf, que tarde se me ha hecho, voy a perder mi vuelo.
Nada, un placer, discúlpeme ante su hermana…
-
Nuestra
hermana, amigo mío, nuestra hermana…Obdulia
-
¡Obdulia????,preséntele
mis respetos por favor….buenas tardes.
-
Un
placer
Aproveché el momento de soledad para darle un buen
trago a mi jarra de cerveza mientras picaba distraído unos cacahuetes, jamón de
mono, para los amigos.
-
¿Y
aquél hombre tan amable?
-
Tenía
prisa
-
Pero
si le veo ahí, detrás de la columna observándome…
-
Luego
te cuento, anda vamos……!Obdulia, vamos!
En el parabrisas delantero ondeaba un papel, no
quise saber que era.
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